Esta exposición es un viaje inconcluso aún, que me lleva cada día a plantearme y replantearme mi vida, un viaje en el que en cada momento me pregunto, que soy, que tengo, que quiero hacer, de dónde vengo, quien soy, que necesito tener, que quiero ser, los deseos, se confunden con la realidad, la realidad es la continuación del pasado, convertido en presente, sin vacilar en el futuro, las necesidades, se multiplican, se dividen, se restan e incluso desaparecen y cada mañana, cada despertar, cada día que recorro minuto a minuto, se llenan de nuevo, de nuevas realidades, nuevas necesidades y nuevos deseos.
El mar se convierte en casi una obsesión, el horizonte infinito, la lejanía, lo inalcanzable me atrapa, me ensimisma y me impide escapar, como una araña vigilante de su siguiente víctima, como un pez inmóvil entre las piedras de los corrales, como el viento de poniente que en un viraje ensordecedor se transforma en levante, sintiendo que la vida se fuga, sin más aviso que el paso de las noches, en las que lleno de recuerdos te espero, te deseo y mirando a las siete lunas, me olvido de pronto, inmerso en la frágil memoria de los peces, corriendo, recorriendo siguiendo, mirando las pisadas que otros dejaron marcadas en la húmeda arena y de nuevo, en ese caminar cansino, me siento perdido, como cualquier objeto abandonado en cualquier lugar, en cualquier momento, sin importar el futuro inmediato, ni el pasado reciente, juego una partida de cartas en la que siempre pierdo, porque la reina de corazones me envuelve en su red mágica, casi transparente y entre el cielo y el mar, entre los verdes y azules indescriptibles porque jamás son iguales me abrazo a la luna durante la noche callada y recuerdo de nuevo, todo aquello que me hace ser feliz, en el cálido y personal sueño de un arlequín cansado de viajar con sus maletas. (José María García Payán).
(Esta exposición se podrá visitar en nuestra sala hasta el 23 de abril).
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