La exposición de José María
Payán, nos lleva con sus pinceladas a enfrentarnos con nuestra propia soledad
esa soledad, que el pintor vive en sus dos facetas de su vida personal y de
artista enfrentándose con el lienzo en blanco. De manera sutil Payán nos
introduce en unos paisajes bucólico en una atmósfera densa llena de matices
grises, ocres y dorados y nos abandona delante de árboles, de ramas con dedos interminables
y nos muestra todas las soledades inmóviles, cada una de las bellísimas ventanas que nos abre a nuestra mirada nos
interroga nuestra alma humana y nos hace sentirnos como niños desvalidos,
abandonados a nuestra suerte en un paisaje imponente llenos de belleza y
silencio, un silencio sonoro casi impredecible.
En alguno de estos campos, de
estos bosques de silencios, se pueden oír lejanos y débiles ladridos, son esos
instantes que el pintor vuelve a la realidad y busca a Niro y sus compañeros de
viaje entre el follaje de esos árboles sin hojas, en esos territorios
interiores donde el único calor son las pinceladas en los troncos dorados,
rojizos que se abraza a los grises plomos de una soledad inmutable. Payán nos
entrega con sus pinceles su arte y sus soledades poéticas.
Algunos días sus árboles sin
hojas, nos quiere rescatar de nuestra soledad infinita y nos acerca levemente
con suaves y tenues pinceladas de luces amarillas de Nápoles, eso nos ayuda a
respirar y ver su mundo y el nuestro más intimista y optimista, la vida tiene
esperanza el sol calienta.
En está misma línea de silencio y
soledad el pintor nos muestra unas marinas casi en la oscuridad, en la penumbra
del ocaso, donde la mirada al infinito del mar es un rumor del negro en la
oscuridad y es aquí donde estalla el alma del artista con vigor, con toda su
fuerza de un gran artista y sus pinceles se convierte en olas fresca y del
negro salen espumas blancas llenas de luz y arte, cada pincelada, cada trazo
son sinfonía de rotunda agilidad de su pincel de artista. Y para calmar el
ánimo José María nos regala gran premio de la luz y de color con una marina de
azules casi imposible, los azulinas se envuelven en una cálida luz amarilla y
las aguas, las olas van a sutiles olas verdes que nos refresca la vida de
recuerdos de Sorolla en nubes blancas.
...y de pronto el artista
explosiona, ya no piensa en su obra, ya sus manos no controlan los pinceles, ya
su mente no gobierna, cuando esto sucede, el miedo desaparece y aparece el
artista y se manifiesta en su esplendor, solo, en esos instante el arte florece
plenamente, el color, los colores se apodera de la abstracción de su mente y
plasma, crea unas pinturas abstractas llenas de belleza cromática y en un
lenguaje artístico único y personal qué juega a traducir su lenguaje pictórico
y sus obras.
Juanmi S. Quirós.